jueves, enero 31, 2013

Proyecto Raquel en la Diócesis de Jaén


El pasado sábado, 19 de enero, el Seminario Diocesano de Jaén acogía un encuentro con los responsables de movimientos familiares.



“La Iglesia, el pueblo de la vida anuncia y promueve el verdadero amor humano y el bien de la vida. Unos dones que recibidos de Dios son llevados a su plenitud en Cristo Jesús. La vida está en la entraña de la Iglesia. Por tanto, no podemos negar la vida, y no solamente una vida natural. ¿De qué sirve darle a alguien solamente la vida natural si no le damos la vida eterna? Porque anunciar ese Evangelio está en el centro de la misión que el Señor nos ha confiado. Quien hace la pastoral no soy yo, es Cristo que vive en mí. Tenemos que ofrecer a este mundo nuestro, nuevos signos de esperanza, justicia y que se afiance una nueva cultura de la vida humana. La civilización de la verdad y del amor”, “Basado en el Sacramento de la Reconciliación, el Proyecto Raquel es un esfuerzo integral que combina lo espiritual y lo psicológico” (...)

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"Nuestros Obispos en el último documento «La verdad del amor humano», nos dicen: Las ayudas que se deben prestar a las familias son múltiples e importantes desde los ámbitos más variados: psicológico, médico, jurídico, moral, económico, etc. Para una acción eficaz en este campo se ha de contar con servicios específicos entre los cuales se destacan: Centros de Orientación Familiar, los Centros de formación en los métodos naturales de conocimiento de la fertilidad, los Institutos de ciencias y estudios sobre el matrimonio y la familia, y de bioética, etc. Con esta finalidad se promoverá –principalmente en el ámbito diocesano— la creación de estos organismos que, con la competencia necesaria y una clara inspiración cristiana, estén en disposición de ayudar con su asesoramiento para la prevención y solución de los problemas planteados en la pastoral familiar”, continuaba el Delegado.  

A continuación, se iniciaba la presentación del «Proyecto Raquel», a cargo de Dña. María José Mansilla, presidenta Speimater, asociación católica pro-vida y coordinadora de «Proyecto Raquel» en España; y del sacerdote D. Jesús Chavarría Ibáñez, director espiritual de Speimater.


En primer lugar, Dña. María José Mansilla explicó qué es Speimater. -Speimater no es una asociación...  no es una asociación pro-vida más. ¿En qué sentido? En que es una asociación pública de fieles, es una asociación de la Iglesia. Por tanto, el Proyecto Raquel es un proyecto de Iglesia que sólo se puede llevar en las diócesis. Es un proyecto que pertenece a la Iglesia y es la tarea de la propia Iglesia. ¿Y cuál es la tarea principal de la Iglesia? La tarea de evangelizar".


Por su parte el sacerdote D. Jesús Chavarría expuso cómo se fundamenta bíblicamente el «Proyecto Raquel» y cuál es el espíritu y la raíz de la que brota dicho proyecto. 


Finalmente, la presidenta de Speimater profundizaba en el «Proyecto Raquel». “El Proyecto fue fundado en 1984 por Victoria Thorn en Milwaukee, hoy día los programas del Proyecto Raquel se encuentran en 140 diócesis en EE UU además de en otros países. Es una organización diocesana compuesta por una red de sacerdotes,  psicólogos y psiquiatras y consejeros especialmente formados para ofrecer una atención individualizada a las mujeres después de un aborto”. 

Asimismo, Mansilla ahondó en el síndrome post-aborto, así como en los diversos pasos para la sanación.



jueves, enero 24, 2013

Monseñor Aquila: Nunca olvidaré que fui testigo de hechos de inexplicable brutalidad


Monseñor Samuel J. Aquila, Arzobispo de Denver
22 de enero de 2013
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
 
Fui a la universidad en universidad en 1968 con la idea de convertirme en doctor como mi padre. A fines de los '60 y en los '70, los campus universitarios eran lugares de mucha agitación. En los tres primeros años en la universidad, yo no practiqué mucho mi fe, y ciertamente, nunca imaginé que el Señor me llamaría a ser obispo.
 
Pasé mis primeros tres años de universidad trabajando como auxiliar y asistente en la sala de Urgencias en el Centro de salud de la universidad y en un hospital en California, durante las vacaciones de verano.
 
Cuando comencé a trabajar, no tenía mucha idea del sufrimiento humano o de la dignidad humana.
Pero durante mi trabajo en hospitales, algo cambió. En ese momento, algunos estados habían aprobado leyes a favor del aborto, que yo no ni siquiera sabía que existían. Debido a estas leyes, cuando estuve en la universidad fui testigo del resultado de dos abortos.
 
El primero fue en una unidad quirúrgica. Entré en una de las salas y en el lavabo, totalmente abandonado estaba el cuerpo de un pequeño niño no nacido, que había sido abortado. Recuerdo que me quedé impactado. Recuerdo haber pensado que yo debía bautizar a ese niño.
 
El segundo aborto fue más traumático. Una mujer joven entró a la sala de urgencias dando  alaridos. Dijo que ya había tenido un aborto y que el doctor la envió a su casa diciendo que ella evacuaría los restos de forma natural. Pero mientras el doctor, su novio, la enfermera y yo la pusimos en la camilla, ella estaba sangrando.
 
Yo sostuve una vasija mientras el doctor retiraba un pequeño brazo, una pequeña pierna y luego el resto del cuerpo destrozado de un pequeño niño no nacido. Eso me impactó. Me sentí muy triste por la madre y el hijo, por el doctor y la enfermera. Ninguno de nosotros hubiera participado en algo así, si no hubiera sido una emergencia. Yo fui testigo de cómo un pequeño ser humano había sido destruido por la violencia.
 
El recuerdo de esto me persigue. Nunca olvidaré que fui testigo de hechos de inexplicable brutalidad. En los abortos de los que fui testigo, personas poderosas tomaron decisiones que terminaron con la vida de niños pequeños e indefensos. Mediante mentiras y manipulación, los niños fueron vistos como objetos. Mujeres y familias fueron convencidas de que acabar con una vida sería indoloro y fácil de olvidar. Algunos expertos construyeron argumentos aparentemente convincentes, diciendo que los niños no nacidos no eran personas en ningún sentido, que no sentían dolor, y que estaban mejor muertos.
 
Yo fui testigo de la muerte de dos pequeñas personas que nunca tuvieron la oportunidad de respirar. Eso no lo podré olvidar jamás. Y desde entonces nunca he sido el mismo. Mi fe era débil en aquel momento. Pero supe por la razón, y por lo que vi, que una vida humana había sido destruida. Mi consciencia despertó a la verdad de la dignidad del ser humano desde el momento de la concepción. Me convertí en provida y eventualmente regresé a mi fe.
 
Aprendí qué era la dignidad humana cuando la vi despiadadamente despreciada. Yo sé, sin duda alguna, que el aborto es un acto violento de asesinato y explotación. Y sé que nuestra responsabilidad es la de trabajar y rezar sin cesar, por su fin. 
 
 
Arrepentimiento, oración y renovación
 
En cada misa, antes de recibir la Eucaristía, la Iglesia nos indica que consideremos y confesemos nuestros pecados. Cuando rezamos el “Yo Confieso” en misa, reconocemos los pecados “de obra y omisión”. Le pedimos al Señor que tenga piedad. Y pedimos mutuas oraciones entre nosotros.
 
En el acto penitencial reconocemos los momentos en que hemos optado por el pecado, y también los momentos en que hemos elegido no hacer nada frente al mal en este mundo. Nuestros pecados de omisión permiten el mal; permiten la injusticia. En el acto penitencial,  algunas veces pienso en aquellos abortos de los que fui testigo y mi corazón todavía experimenta tristeza. Ruego el perdón para los doctores, enfermeras, políticos y otros que tan ardientemente apoyan el aborto, y rezo por su conversión.
 
Hoy recordamos el 40 aniversario de Roe vs. Wade: recordamos 40 años de asesinato legal en nuestra nación. Hoy vemos el impacto de esos 40 años. Tolerar el aborto durante 40 años nos ha encallecido. Hemos aprendido a ver a las personas como problemas y objetos. En estas 4 décadas desde Roe vs. Wade, nuestra nación ha encontrado nuevas formas de debilitar a la familia, marginar a los pobres, a los que no tienen casa, a los mentalmente enfermos; hemos encontrado nuevas formas de explotar y abusar.
 
Hoy día debemos reconocer que 40 años de asesinato legal, le han dado a la cultura de muerte una base firme y sólida en nuestra nación.
 
También tenemos que reconocer nuestros pecados. Al observar el daño que el aborto ha causado en nuestra cultura, tenemos que arrepentirnos por nuestros pecados de omisión. Nosotros cristianos, tenemos cierta responsabilidad por ésta, nuestra vergüenza nacional. Algunos entre nosotros han apoyado posturas pro-aborto. Muchos hemos fracasado en el intento de cambiar las mentes o ganar los corazones. Hemos fracasado en convencer a la cultura de que toda vida tiene dignidad. Ante la presencia de un mal inexplicable, hemos hecho muy poco, durante demasiado tiempo, con trágicas consecuencias.
 
Hoy es un día para arrepentirnos. Pero con el arrepentimiento viene el propósito de volver a comenzar. El 40 aniversario de Roe vs. Wade es un día para comprometernos con la cultura de vida. Hoy el Señor nos pide que nos pongamos de pie.
 
Cuando yo trabajaba en hospitales en la universidad, no sabía o entendía lo que la Iglesia enseñaba respecto de la vida humana. Aprendí por experiencia que una vida humana es destruida en cada aborto. Pero no estaba preparado para defender la vida, no estaba preparado ni siquiera para ver la verdadera dignidad humana, mucho menos para proclamarla. Yo ruego para que ninguno de ustedes queridos hermanos y hermanas, se encuentren alguna vez en la posición en la que yo estuve muchos años atrás. Rezo para que ustedes estén preparados para defender la verdad sobre la vida humana.
 
La vida es un don de Dios
 
La enseñanza de la Iglesia sobre la dignidad de la vida humana es clara. “La vida humana” dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida”[1].
 
El derecho inviolable a la vida es enseñado en las Escrituras, en la Tradición Divina, y atestiguado en la ley moral natural. La Iglesia cree que la vida es un derecho dado por Dios y es un don. Nuestra mera existencia es una expresión del amor que Dios tiene por nosotros; el Señor literalmente nos crea por amor, y su amor habla del valor de la persona humana. Nosotros tomamos el don de la vida seriamente, porque cada ser humano es una creación única de Dios Padre.
 
Al momento de la concepción recibimos el don de la vida y ponemos fundamento a la exigencia del derecho a la vida. “Antes de haberte formado yo en el vientre”, dice el Señor al profeta Jeremías, “te conocía. Antes de que nacieras te tenía consagrado”[2].
 
La dignidad humana comienza con el don divino de la vida. Pero nuestra dignidad se ve enriquecida porque Jesucristo, el Hijo de Dios, escogió vivir entre nosotros como un ser humano. A raíz de la Encarnación, todos los seres humanos podemos compartir no sólo la dignidad humana, sino también la dignidad divina. Nuestra vida humana nos permite compartir la misma vida de Dios; compartir la vida íntima de la Trinidad. “La vida es sagrada”, enseña la Iglesia,  “porque… permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin”[3].
 
La dignidad y santidad de la vida humana tiene muy claras implicaciones morales: la vida humana inocente es absolutamente inviolable. “La eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente”, enseña la Iglesia, “es siempre gravemente inmoral”[4].
 
“No hay ninguna diferencia entre ser el dueño del mundo o el último de los miserables de la tierra”, enseñaba el Beato Juan Pablo II en 1993: “ante las exigencias morales somos todos absolutamente iguales”[5]. La Iglesia, de manera inequívoca, condena el aborto, la eutanasia, la experimentación que destruye embriones y el ataque contra civiles en la guerra.
 
La Iglesia toma tan seriamente la dignidad humana, que enseña incluso que salvo en “casos de absoluta necesidad”, la pena de muerte es inmoral[6].
 
Matar injustamente es un rechazo del don de Dios. 
 
El aborto siempre es malo
 
Esta carta pastoral quiere reflexionar particularmente en las enseñanzas de la Iglesia respecto del aborto.
 
En 1974, la Congregación para la Doctrina de la Fe señaló que “a lo largo de la historia, los Padres de la Iglesia, sus pastores, sus doctores, han enseñado la misma doctrina”, dígase que el aborto es “objetivamente una falta grave” [7]. En 1972, el Papa Pablo VI declaró que “esta doctrina no ha cambiado y es inalterable”[8].
 
Hoy, muchos católicos parecen creer que si bien el aborto es lamentable, no siempre es un mal moral. Los argumentos seculares para justificar el aborto abundan. Una vida nueva frecuentemente implica dificultades. Cuando el embarazo parece amenazar la salud, la vida o la pobreza, o cuando existe la posibilidad de que un niño nazca con graves discapacidades, el aborto es frecuentemente la solución secular.
 
Pero tal como la Santa Sede explicó en 1974, “ninguna de estas razones pueden jamás objetivamente conferir el derecho para disponer de la vida de los demás, ni siquiera en sus comienzos; y, por lo que se refiere al futuro desdichado del niño, nadie, ni siquiera el padre o la madre, pueden ponerse en su lugar… para preferir en su nombre la muerte o la vida… La vida es un bien demasiado fundamental para ponerlo en balanza con otros inconvenientes, incluso más graves”[9].
 
Aunque el aborto nunca es un acto justificable, la respuesta de la Iglesia ante las mujeres que han realizado abortos, deber ser siempre de compasión, solidaridad y misericordia. El aborto es un acto pecaminoso y una tragedia. Los padres y madres de niños abortados son amados por Dios y necesitan la misericordia y la sanación de Jesucristo. Programas como el Proyecto Raquelexisten para ayudar a las mujeres que han tenido abortos, a encontrar el amor misericordioso y benévolo de Dios nuestro Padre.
 
Leyes justas protegen toda vida
 
Dado que la vida es un valor fundamental, tenemos el deber de proclamar su bondad y dignidad. También tenemos el deber de protegerla con la ley. La Congregación para la Doctrina de la Fe señaló en 1987 que ““los derechos inalienables de la persona deben ser reconocidos y respetados por parte de la sociedad civil y de la autoridad política. Estos derechos del hombre no están subordinados ni a los individuos ni a los padres, y tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana y son inherentes a la persona en virtud del acto creador que la ha originado”[10].
 
Claramente, las leyes justas deberían respetar la dignidad del no nacido y su derecho a la vida. Las leyes que no logran esto, deberían ser rechazadas. Es la vocación de todo católico, especialmente de los católicos laicos, trabajar para cambiar las leyes injustas que permiten la destrucción de la vida humana. El Concilio Vaticano II decretó que dado que el laicado está estrechamente vinculado a toda forma de asuntos temporales, “a ellos (los laicos) corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las que están estrechamente vinculados, de tal modo que sin cesar se realicen y progresen conforme a Cristo y sean para la gloria del Creador y del Redentor”[11].
 
A pesar de la clara enseñanza de la Iglesia, muchos católicos, y especialmente políticos católicos, sostienen que su oposición personal al aborto no debería afectar su participación en la vida pública. Estos argumentos son irracionales y mal intencionados. Nadie, especialmente una persona en el ámbito público, está eximido del deber de defender el bien común. Y la primera e indispensable condición para el bien común es el respeto y el derecho a la vida. Nuestra Declaración  de la Independencia comienza argumentando que todos los hombres deberían proteger los derechos inalienables, concedidos a ellos por Dios; entre ellos, el derecho a la vida.
 
En la base de los argumentos que reconocen la inmoralidad del aborto pero apoyan su protección legal, se encuentra el relativismo y la cobardía; una rechazo a defender una verdad básica y fundamental. No hay nada más importante en la Ley que la protección del derecho a la vida.
 
Los Padres del Concilio Vaticano II recuerdan a los católicos que “no es menos grave el error de quienes, por el contrario, piensan que pueden entregarse totalmente del todo a la vida religiosa, pensando que ésta se reduce meramente a ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinadas obligaciones morales. El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época... No se creen, por consiguiente, oposiciones artificiales entre las ocupaciones profesionales y sociales, por una parte, y la vida religiosa por otra. El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con el prójimo; falta, sobre todo, a sus obligaciones para con Dios y pone en peligro su eterna salvación”[12].
 
Estas palabras resuenan aún más ciertas hoy, cuando muchos católicos han retirado su fe del mundo y la vida pública.
 
En 1987 el Beato Juan Pablo II dijo a los norteamericanos que “cada persona humana, sin importar cuan vulnerable o indefensa, sin importar cuan joven o vieja, sin importar cuan saludable, discapacitada o enferma, sin importar cuan útil o productiva para la sociedad sea; es un ser de un valor inestimable, creado a imagen y semejanza de Dios. Esta es la dignidad de los Estados Unidos, la razón por la que existe, la condición para su supervivencia: sí, la última prueba de su grandeza; respetar a cada persona humana, especialmente a los débiles y a los más indefensos”[13].
 
El legado de Estados Unidos es el respeto por la dignidad humana, especialmente el respeto por los inocentes, los vulnerables y los marginados.
 
Los líderes políticos católicos que dicen que pueden separar las verdades de la fe de su vida política, están escogiendo separarse ellos mismos de la verdad, de Jesucristo y de la comunión con la Iglesia Católica.
 
Por el contrario, los líderes políticos católicos que verdaderamente entienden las enseñanzas de la Iglesia y que utilizan su ingenio e iniciativa para desarrollar nuevas y creativas formas para acabar con la protección legal del aborto, merecen el reconocimiento y apoyo de la Iglesia y de todos los fieles laicos. Todos debemos poner nuestra energía y esfuerzo para terminar con la protección legal del aborto. Es y debe ser el objetivo político primordial de los católicos norteamericanos: es difícil imaginar otro asunto político con la misma significación que la legalización del asesinato de niños.
 
Construyendo un Cultura de la Vida
 
Proteger la vida es un nuestro deber como católicos, y acabar con la protección legal del aborto es imperativo. Han pasado 40 años y todavía no hemos encontrado una estrategia exitosa para acabar legalmente con la protección legal del asesinato de los no nacidos. Pero también hemos fracasado en ganar la opinión pública. Las encuestas sugieren actualmente que el 63% de los norteamericanos apoyan la protección legal del aborto[14]. Es aquí donde el cambio debe comenzar.
 
Aunque debemos seguir con los esfuerzos legales, tenemos que reconocer que la ley sigue a la cultura: cuando vivamos en una cultura que respeta la dignidad de toda vida humana, fácilmente aprobaremos leyes que hagan lo mismo.
 
Nuestra tarea, dijo el Beato Juan Pablo en 1995, es “amar y respetar la vida de cada hombre y de cada mujer y trabajar con constancia y valor, para que se instaure finalmente en nuestro tiempo, marcado por tantos signos de muerte, una cultura nueva de la vida, fruto de la cultura de la verdad y del amor”[15].
 
Una cultura de vida, simplemente, es aquella que gozosamente recibe y celebra el don divino de la vida.Una cultura de vida reconoce la dignidad humana no como un concepto académico o teológico, sino como un entusiasmante principio, como medida de la actividad de la familia y la comunidad. La cultura de vida apoya muy especialmente la vida de la familia. Apoya y celebra la dignidad de los discapacitados, no nacidos y ancianos. Una cultura de vida busca vivir en gratitud por el don de la vida que Dios nos ha dado.
 
Si queremos construir una cultura de vida, debemos comenzar con la caridad. La caridad social o solidaridad es la marca de la cultura de vida y de la civilización del amor. Permite que nos veamos mutuamente a través de los ojos de Dios y por tanto, ver el valor único y personal de cada uno. La caridad nos permite tratarnos mutuamente con justicia, no por nuestras obligaciones, sino por el deseo de amar como Dios nos ama.
 
Esta caridad debe comenzar en la familia. Nuestras familias son el primer lugar donde pueden ser apoyados aquellos que son marginados y cuya dignidad es olvidada. Para construir una cultura de vida necesitamos comprometernos a fortalecer nuestra propia familia, y a apoyar las familias en nuestra comunidad. Familias sólidas generan los fuertes vínculos que nos permiten amar a aquellos que están en mayor riesgo de perderse en la cultura de muerte.
 
La caridad de la cultura de vida también apoya obras de misericordia, apostolado y justicia social. Las familias impactadas por la cultura de muerte están generalmente destruidas. Apoyar la adopción, el matrimonio, programas responsables de atención social y salud, así como políticas responsables de inmigración, hablan de una cultura que abraza y apoya la dignidad de la vida.
 
Una verdadera cultura de la vida, es contagiosa. El gozo que brota de vivir en gratitud por el don de la vida, y de tratar la vida como un don, genera un cambio. Cuando los cristianos comencemos a vivir con verdadero respeto frente a la dignidad humana, nuestra nación despertará ante la tragedia del aborto, y ella empezará a cambiar.
 
Finalmente, queridos hermanos y hermanas, deseo recordarles el poder de la oración. Nuestra oración y sacrificio por el fin del aborto, unidos a Cristo en la Cruz, transformarán los corazones y renovarán las mentes. En oración, encomendemos nuestra nación a Jesucristo. Y haciéndolo, podremos estar seguros de la victoria.
 
Hoy les pido a todos que se unan conmigo en una nueva resolución para construir una cultura que vea con los ojos de Dios, que vea la dignidad del no nacido, de la mujer y del hombre, del pobre, del anciano, del enfermo mental, del discapacitado.
 
Nuestros padres vieron con los ojos de Dios cuando reconocieron en la Declaración de la Independencia que “sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.
 
Les pido, queridos hermanos y hermanas, que se unan a mí en la construcción de una cultura de vida que termine con el brutal asesinato de niños no nacidos, los más pequeños entre nosotros. No hay tarea más grande que podamos realizar. Rezo para que las palabras de la Escritura ardan en nuestros corazones: “Tú creaste mis entrañas, me plasmaste en el seno de mi madre: te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable. ¡Qué maravillosas son tus obras! Tú conocías hasta el fondo de mi alma”[16].
 
Sinceramente suyo en Cristo,
Excelentísimo Monseñor Samuel J. Aquila, STL
Arzobispo de Denver
 
[1] CEC, 2270.
[2] Jer 1, 5.
[3] CEC 2258.
[4] Evangelium Vitae, 57.
[5] Veritatis Splendor, 97.
[6] Evangelium Vitae, 56.
[7] Congregación Para la Doctrina de la Fe, Declaración Sobre el Aborto, 1974.
[8] Salutiamo con paterna effusione”, 9 de Diciembre de 1972, AAS 64 (1972) p. 737.
[9] Congregación Para la Doctrina de la Fe, Declaración Sobre el Aborto, 1974.
[10] Congregación Para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum Vitae, sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, 1987.
[11] Lumen Gentium, 31.
[12] Gaudium et Spes, 43.
[13] Juan Pablo II, Ceremonia de despedida en su Visita Apostólica a los Estados Unidos y Canadá, 19 de setiembre de 1987.
[14] Roe v. Wade at 40: Most Oppose Overturning Abortion Decision, Pew Research Center, 2013.
[15] Evangelium Vitae, 77.
[16] Salmo 139, 13-14.
Archidiócesis de Denver
 
En  PDF




No es un Síndrome postaborto, pero evidentemente es un testimonio de acontecimientos que marcan la vida en un antes y un después
 


miércoles, enero 23, 2013

El Cardenal Seán P. O'Malley exhorta a orar y a hacer penitencia para acabar con el aborto



WASHINGTON D.C., 23 Ene. 13 / 12:20 am (ACI/EWTN Noticias).- El Presidente del comité pro-vida de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos, Cardenal Seán P. O'Malley, señaló que unos corazones en constante oración y penitencia deben ser la base de los esfuerzos para recuperar el verdadero respeto por la vida en Estados Unidos.

El también Arzobispo de Boston indicó que “nuestra nación necesita considerablemente de nuestras oraciones y sacrificios personales. El mal del aborto ocasiona un dolor inimaginable, pero Jesús nos ofrece sanación y renovación".

En una declaración del 16 de enero el Obispo dijo que Cristo "no vino a condenarnos, sino a liberarnos de la carga de los errores que hemos cometido para que todos podamos salvarnos".

Con respecto al 40º aniversario del fallo Roe vs Wade, que legalizó el aborto en el país el 22 de enero de1973, el Cardenal O'Malley afirmó que la decisión no tiene justificación "en los derechos de la Constitución, en las leyes o en los derechos humanos. Esta norma ha sido legal durante 40 años en Estados Unidos para acabar con la vida de un niño por nacer".

"Desde entonces 55 millones de niños no tuvieron la oportunidad de nacer", y lamentó además que la Corte Suprema y gran parte de la sociedad acepte esta "sorprendente" pérdida de vidas humanas como "una cuestión de elección personal".

El Cardenal O'Malley animó a los estadounidenses a "construir una civilización digna de los seres humanos creados a imagen de Dios" y resaltó la necesidad del combate espiritual cotidiano para cumplir con esta misión.

También habló de la importancia del perdón porque “la misericordia Divina de Cristo no tiene límites", sólo hay que pedirla, además de animar y apoyar a las personas que sufren a causa del aborto.

El Obispo expresó su esperanza en "nuestra defensa de la vida humana y la libertad religiosa", así como el testimonio de la dignidad humana y el servicio caritativo que "provoque una renovación del amor y compromiso con el verdadero bien de los demás".

"Sólo un amor que pone al servicio de los más necesitados, sea cual sea el costo personal para nosotros mismos, es lo suficientemente fuerte como para superar la cultura de la muerte".

Finalmente, el presidente del comité pro-vida invitó a todos los católicos del país a participar en "Nueve días de oración, penitencia y peregrinación" del 19 al 27 de enero. La novena está organizada por los Obispos de Estados Unidos y busca proteger la vida, el matrimonio y la libertad religiosa tan atacada actualmente. 


jueves, enero 10, 2013

Aborto: Instrumentos y Herramientas


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 Y todavía hay aborteros que se atreven a mentir...

 

jueves, enero 03, 2013

la sexta parte de los bebés de más de 12 semanas abortados nacen vivos, pero...

Un estudio danés ha mostrado que 1 de cada 6 bebés abortados después de las 12 semanas nacen vivos y se les deja morir, tal como sucede, con otras cifras, en Inglaterra.

Esto genera un grave problema, porque una persona nacida es considerado por todos como un ser vivo, y dejarlo morir por falta de asistencia es tipificado como un asesinato.
Para evitar esto, los médicos parten de la solución más simple, cierran los ojos y proponen dar una inyección de potasio al corazón del feto para evitar el riesgo de que nazca vivo.
En 2009 una pareja danesa, Camilla Skovhus y Thomas Mikkelsen, decidieron abortar su tardío bebé después que un ultrasonido mostró que él probablemente tendría trastornos renales que podrían requerir diálisis y trasplantes después del nacimiento.
El personal del hospital Aarhus Skejby, donde se realizó el aborto, advirtió a la pareja que su bebé podría nacer con vida. Eso pasó. Su hijo vivió unas horas después de nacer, para morir lentamente en brazos de sus padres.
Al año siguiente, la pareja estaba embarazada de nuevo, pero una vez más su hijo podría padecer los mismos trastornos renales. La pareja también optó por un aborto tardío, y una vez más el niño nació vivo.
En ambos casos, la pareja celebró el nacimiento de los bebés, a los que llamaron Sejr y Hugo y les tomaron fotos, luego los enterraron en el cementerio. Todavía sienten que hicieron lo correcto. Camilla Skovhus y Thomas Mikkelsen también han conmemorado los dos hijos que abortaron con un letrero en la puerta de su casa.
La pareja relató su historia a Kristeligt Dagblad a raíz de la publicación de un estudio que muestra que su experiencia está lejos de ser aislada.
Durante los últimos 15 meses, los médicos del Hospital Universitario de Aarhus en Skejby han seguido cuántos bebés nacen mostrando señales de vida después de abortos en el segundo trimestre.
Las estadísticas de la segundo mayor clínica de maternidad de Dinamarca mostró que de cada los 70 bebés sometidos a abortos tardíos entre agosto de 2011 y noviembre de 2012, once – o sea dieciséis por ciento – han nacido vivos.
Anteriormente, los médicos estimaban que sólo el diez por ciento de los niños tenían aliento o mostraban otros signos de vida después de los abortos realizados entre la semana 12 y 22 de embarazo.
En Dinamarca se permite el aborto legal sin restricciones hasta la semana 12 de embarazo. Después de eso, los abortos se permiten sólo cuando el bebé se espera que muera poco después del nacimiento debido a defectos, o si se establecen circunstancias sociales especiales para la madre - por ejemplo, si la madre es una chica muy joven. Madres que buscan abortos tardíos apelan al estado de permiso especial.
Peter Ohrstrom, profesor y teórico de la ciencia en la Universidad de Aalborg y ex miembro del Consejo de Ética, dijo que cuando los bebés muestran signos de vida después de un aborto tardío, se plantean cuestiones éticas fundamentales y serias sobre la forma de permitir los aborto finales y como se manejan .
“El requisito de la ley es que los fetos a los que le dan permiso para abortar no son viables”, dijo Ohrstrom. ”Así que cuando hay signos de vida en los fetos abortados tardíamente-, aparecen algunos bebés que no deberían haber sido abortados, y debemos volver a examinar las normas y prácticas que regulan la autorización del aborto tardío”.
La profesora Birgit Petersson de la Universidad de Copenhague, que acaba de jubilarse después de 27 años en la Junta de Apelación del Aborto de Dinamarca, dijo que el número de bebés nacidos con vida después del aborto va en aumento. Ella dijo que la solución es simple: Una inyección de potasio al corazón del bebé antes del aborto asegura que el niño nace muerto.
Dijo Petersson, “Me he sentado en el Consejo de Apelaciones del Aborto durante décadas, y es sólo en los últimos años que los problemas han surgido. Si hoy es más probable que antes de que los fetos son viables, los médicos de los departamentos necesitan cambiar a jeringas de potasio”.
El número de abortos tardíos en Dinamarca ha ido en constante aumento, de 659 en 2004 a 877 en 2010. Uno de cada seis en el estudio que Aarhus lleva a cabo, lo que significa un estimado de 140 bebés que nacieron con vida después de un aborto en el 2010 y se dejaron morir.
“Me asusta”, dijo Olav Bjorn Petersen, del Hospital de Aarhus. ”Es crucial, sin embargo, informar y atender a la pareja que aterriza en una situación en la que su feto abortado muestra signos de vida, y asegurarse de que, al menos, el personal, está capacitado para cuidar de él.” El dijo que Aarhus ha creado una sala especial donde seis parteras trabajan sólo con los abortos tardíos.
Camilla Skovhus y Thomas Mikkelsen, cuyos dos hijos habían nacido vivos después de abortos, han seguido el debate sobre si Dinamarca debe hacer como Birgit Petersson sugiere y garantizar abortos "más eficientes" a través de la inyección de potasio. Son conscientes de que muchas personas piensan que sería más fácil si los abortos tardíos fueran más rápidos y menos dolorosos.
Pero Skovhus dijo: “¿Por qué debemos darnos prisa para ayudar a que los bebés mueran? No tiene el menor dolor. Los niños mueren, no importa dónde, son matados, si en el vientre o mueren en los brazos de sus padres. Sólo puedo pensar que ellos deben estar contentos de que mueren junto con las personas que quieren cuidar de ellos”.
El estudio danés fue liberado semanas después que se confirmaron las Estadísticas Canadá que cerca de 500 niños han nacido vivos después de abortos fallidos en la última década en Canadá, ver aquí.
Fuentes: Life Site News, Signos de estos Tiempos